Reportaje

Los fenómenos meteorológicos extremos están aumentando y hay datos que lo confirman – VERDADERO

Por Física y divulgadora

Los fenómenos meteorológicos extremos son precisamente fenómenos atmosféricos que se caracterizan por su virulencia e intensidad. Ejemplos de algunos de ellos son las olas de calor y de frío, los ciclones tropicales, las inundaciones o las sequías. Muchos de ellos se están viendo incrementados y exacerbados por la situación de calentamiento global antropogénico que vive nuestro planeta Tierra. De hecho, se sabe que el cambio climático y los fenómenos meteorológicos cada vez más extremos han causado un aumento de los desastres naturales en los últimos 50 años que han afectado de manera desproporcionada a los países más pobres, según la Organización Meteorológica Mundial y la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR).

 

Pero lo peor podría estar por llegar ya que el número de extremos meteorológicos está aumentando y se volverá más frecuente y grave en muchas partes del mundo como resultado del cambio climático. Esto implica más olas de calor (más intensas, largas y severas), más sequías e incendios forestales, huracanes de mayor categoría y más devastadores y cambios en el patrón de precipitación con inundaciones más severas. Todo ello con graves pérdidas humanas y económicas. Por ejemplo, de los diez principales desastres naturales que existen, las sequías han demostrado ser el peligro más mortífero entre 1970 y 2019, causando 650.000 muertes, seguidas de los ciclones que causaron 577.232 muertes; inundaciones, que se cobraron 58.700 vidas; y eventos de temperatura extrema, durante los cuales 55.736 personas murieron.

 

Las pérdidas económicas se han multiplicado por siete desde la década de 1970 hasta la década de 2010, pasando de un promedio de 49 millones de dólares a la friolera de 383 millones de dólares al día en todo el mundo. Tres de los diez desastres más costosos, todos huracanes que ocurrieron en 2017, representaron el 35 por ciento del total de pérdidas por desastres económicos en todo el mundo entre 1970 y 2019. En los Estados Unidos, el huracán Harvey causó 96.900 millones de dólares en daños, el huracán María, en el Caribe, 69.400 millones y el huracán Irma, 58.200 millones de dólares en Cabo Verde.

 

Y todo esto va a ir empeorando si no ponemos solución al cambio climático en los próximos años. Según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) de no reducirse las emisiones de CO2 durante las próximas décadas, el aumento de las temperaturas a nivel mundial superará el umbral establecido en el Acuerdo de París. Como consecuencia, el hielo de las regiones polares disminuirá, los glaciares retrocederán, el nivel del mar subirá y los patrones atmosféricos se verán modificados, afectando a los fenómenos meteorológicos extremos.

 

Las olas de calor ­– períodos en los que se prolongan durante varios días las altas temperaturas– se han vuelto más frecuentes e intensas en la mayoría de las regiones de la Tierra desde 1950 según el informe del IPCC. En concreto, en España sabemos que mayor frecuencia de tránsito de masas de aire muy cálido o extremadamente cálido y la expansión de la presencia de estas masas de aire extremadamente cálido a los meses de junio y septiembre, o incluso a mayo, como ocurrió en el año 2015, es coherente con las bases físicas que rigen los procesos de cambio climático. Ahora las masas de aire que nos visitan en nuestro país  son 1,3ºC más cálidas que en los años 80, por no hablar de que nuestro verano ya dura 5 semanas más que en la anteriormente mencionada década de los ochenta.

Fuente: Esta figura muestra los cambios en el número de olas de calor por año (frecuencia); la duración media de las olas de calor en días (duración); el número de días entre la primera y la última ola de calor del año (duración de la temporada); y qué la intensidad de las olas de calor, en comparación con el umbral de temperatura local para definir una ola de calor. Estos datos se analizaron de 1961 a 2019 para 50 grandes áreas metropolitanas. Los gráficos muestran los promedios en las 50 áreas metropolitanas por década. NOAA, 2021

En temperaturas extremas, la calidad del aire también se ve afectada. Los días calurosos y soleados pueden aumentar la producción de ozono a nivel del suelo, un contaminante dañino que es el principal componente del smog, que puede dañar el sistema respiratorio y es particularmente dañino para las personas con asma. Además, un mayor uso del aire acondicionado requiere más electricidad que, dependiendo de la fuente de electricidad, emite otros tipos de contaminación, incluidas las partículas que también tienen un impacto en la calidad del aire.

Los ciclones tropicales han aumentado de frecuencia en las últimas cuatro décadas y esperamos que tengan efectos más destructivos al poder producirse fenómenos de este tipo de mayor categoría, algo relacionado con la mayor disponibilidad de vapor de agua atmosférico y el aumento de la temperatura superficial del mar. Según el IPCC, la proporción de ciclones tropicales intensos, las velocidades medias máximas del viento de los ciclones tropicales y las velocidades máximas del viento de los ciclones tropicales más intensos aumentarán a escala mundial con el aumento del calentamiento global.

Fuente: Cizalladura vertical del viento proyectada durante el pico de la temporada de huracanes (agosto-octubre) a finales del siglo XXI en comparación con finales del siglo XX si las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando a un ritmo relativamente alto. La reducción de la cizalladura del viento (áreas azules) a lo largo de la costa este puede aumentar las posibilidades de una rápida intensificación de los huracanes antes de que EE. UU. toque tierra. Mapa de NOAA Climate.gov, basado en datos de Ting et al., 2019

 

 

Por último, sabemos que las lluvias pueden disminuir por el cambio climático y contribuir a intensificar las sequías e incendios forestales, pero, a la vez, pueden producirse precipitaciones muy intensas y locales que den lugar a inundaciones severas en diferentes puntos del planeta. Por ejemplo, el IPCC resalta la alta probabilidad de que las precipitaciones del monzón aumenten a medio y largo plazo, especialmente en el sur y sudeste de Asia, ocasionando terribles inundaciones. Este panel de expertos concluye también que tiene una gran confianza en que la «estacionalidad de las inundaciones ha cambiado en las regiones frías donde el deshielo domina el régimen de flujo en respuesta al calentamiento».

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